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sábado, 26 de junio de 2010

Vintage!!!




Había una vez, una niña que sólo soñaba con un mundo lejano, ese mundo que no se encuentra en la fábulas, sino más bien, era fruto de los cuentos que solía escuchar a sus abuelas y tías. Esos relatos se remontaban, no a hace miles y miles de años, que va!!, sino a los años de juventud de su tía y los de infancia de las abuelas, años de divertimiento desenfrenado, de tardes relajadas alrededor de una taza de té o de café, en el caso de su tía de te de frutas acompañado de cualquier dulce, si llevaba chocolate mejor que mejor. Algo curioso eso de los genes, porque años después su sobrina sería más bien un clon de su tía, no sólo en el pensar, aunque en ciertos aspectos discernían, pero si, en los gustos del comer, de como llevar su propia vida, como vestir, como hablar y como saber divertirse.
Os estaréis preguntando que años son esos, pues bien los llamados Belle epoche, los felices 20, los años de nacimiento del jazz, la música de moda y del charleston, el baile desinibidor de rápidos movimentos que sólo unos pocos dominaban a la perfección, eso en la dulce america, pero aquí según Paquita, su tarde y velada preferida empezaba con un buen té o café en la cafetería de santa catalina, y acababa en casa de algun amigo bailando el tango, si señores. Esa mujer, a mis ojos ya una anciana era una autentica maestra del baile!!



Una tarde de 1995, esta niña se encontraba en casa de sus abuelos, como solía hacer después de acabar el colegio y asistir a sus clases de ballet, en ese momento odiaba tener que asistir dos veces por semana a las clases de la señoritaM, la cual a los ojos de una casí adolescente, la veía como una mujer distante, exigente, incapaz de comprender el universo infantil, pero claro esta, se adaptaba a la perfección a los canones de la viejas damas del ballet, según repetía cada tarde, ella trasmitía a sus alumnos los conocimientos que había aprendido de su mentora en la lejana Rusia, la gran Galina Ulanova, vaya usted a saber si era verdad, pero lo cierto es que la minúscula sala donde se impartía la lección estaba presidida por una fotografía de la gran Ulanova junto a una joven M. Pero esta no es la historía que quiero contar, tal vez otro día. Esta historia se desarolla en el armario de la habitación de los juguetes de casa los abuelos de la joven. Una casa increible, repleta de misterio y divertimiento hecho posible, claro está, gracias a la magía que desprendía los querido abuelos M y V. 
Al abrir el armario y coger las cajas donde se guardaban las muñecas, le sorprendió una caja redonda, de color blanco con rallas verticales rojas, parecía los bastones que cada navidad adornaban el árbol de su casa, pero lo que más le llamo la atención, era el lazo que cerraba la caja. Cogió la caja con sumo cuidado, sin hacer ruido y evitar llamar la atencíón de su curiosa prima, que siempre iba merodeando por los alredores de la joven y no paraba de entromenterse en su vida. Al coger la caja, se sentó detrás del sillón, para así estar más protegida y poder saborear la emoción del momento, al abrirla se sorprendió al ver su contenido, muchisimos papeles, tal vez cartas, pero escritos en un lenguaje que no conocía, tal vez fuese hebreo, aquellas letras que había visto una vez en un libro de su padre y este le explicó que se trataba de otro alfabeto usado por los israelitas, aunque no se parecían en nada a aquello, siguió cogiendo las otras cosas que se encontraban en la caja, más y más cartas todas escritas igual, hasta que, en el fondo de la caja vió unas hojas de papel rojas y verdes, era más bien una carpeta repleta de bocetos de vestidos y fotografías. Fotografías en blanco y negro, era de paisajes, pero que extraños paisajes, praderas extensas, más bien parecía una estepa, si eso era una estepa, se acordaba de lo que había explicado el profesor de bilogía esa tarde, la diferencia entre sabana y estepa, menos mal que de algo le había servido. Pero la siguiente fotografía era el mismo paisaje pero esta vez nevado, las otras fotos aún fueron más curiosas, ciudades con unos edificios preciosos, algunos de ellos parecían palacios, con enormes jardines alrededor y grandes canales que bordeaban los edificio, y las iglesias, que raras, más bien parecía tartas de chocolate, con esas cúpulas acebolladas y decoradas con rallas de colores, como la caja donde se conservaban estos tesoros, le recordaba a los dibujos del libro de Aladín, pero estas tenían más color, y de repente en una de ellas, vio a una joven Paquita y a una niña, unos dos años menor que nuestra joven, de simpática cara con un pelo rojo brillante y decorado con sendos prominentes lazos, tal vez rojos pero eso no se podía distingir en la fotografía, la niña como no, era su abuela M, tan parecida a ella, segun los continuos comentarios de su abuelo, lo que le llamó la atención, no sólo fue el escenario donde se encontraban sus familiares, otra vez rodeadas de esa iglesia y ese canal, sino el curioso gorro que llevaba Paquita...

     

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